Hoy me quise volver a enamorar. Por la mañana al despertar me paré muy pronto de la cama y fui a la mesa donde tomé mi libreta y la abrí sin dar importancia en cual fuera la página, después la aventé a la cama. Me puse a buscar la pluma que guardaba en el morral donde cargo cosas que casi siempre me acompañan. Mientras buscaba la pluma vi la agenda —hace tiempo que no escribo alguna cita con quien salir—, al llegar a este punto seguí pensando y recordé los tiempos en que había estado enamorado cuando de continuo escribía en la agenda el día y la hora en que te vería. Seguí recordando esos días de enamorado, mientras regresaba a la cama con la pluma en la mano, me acosté de nuevo junto a la libreta que había caído junto a la almohada. Dejé la pluma y esta muy ansiosa se puso sola a escribir en la libreta; sin embargo, de ella salían letras ilegibles —que pluma tan tonta—, poco a poco se fueron aclarando las letras que escribía y leí: «¡Es que acaso no te quieres volver a enamorar!» —después de todo no es tan tonta—. En ese momento desde el fondo estomacal surgió un ruido, eran mis tripas reclamando: «¡A nosotras que nos importa si te quieres volver a enamorar; lo que nosotras queremos, "es desayunar"!». Entonces sentí el hambre que ya me había agarrado de las tripas; pero yo, seguía recordando y así estuve mucho rato. Pobres tripas, se tuvieron que aguantar pues yo seguía pensando. Después de tanto pensar: «¡Recordé que hoy me quise volver a enamorar!».
Martín Dupá
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